sábado, 17 de diciembre de 2016

VIAJE A PERÚ. ENTRADA 8. UN MERCADO EN LIMA



Si hay algo a lo que no me puedo resistir cuando viajo es a los mercados; me encantan y mientras más exóticos más me gustan. He visto muchos durante estos años y de muy diversa índole, grandes, pequeños, de animales, de frutas, de artesanía, de todo tipo y calaña, y aún tengo a fuego grabado en mi memoria la visita que realicé a uno en la ciudad de Mérida, en Yucatán hace ya la tira de años. Pues en esta ocasión no podía ser menos la cosa y en uno de nuestros retornos a Lima, concretamente a la vuelta de Piura y antes de partir para Tarapoto,  aprovechando que Ana y Eva tenían toda la mañana ocupada con un proyecto en El Callao, donde visitarían a la voluntaria sevillana que estaba colaborando en un proyecto de la Fundación COPRODELI y posteriormente se reunirían con el responsable del mismo, decidimos Rocío, Eva y yo pegarnos un garbeo y visitar uno. 
Multitud de tipos de maiz

Teniendo en cuenta que el Callao es el barrio más conflictivo de todo Perú, su mayor puerto marítimo por donde entra todo tipo de mercancía (sí, sí, ese tipo de mercancía que estás pensando también) y que está en estado de excepción tomado por el ejército y para que nadie se asuste he de decir que la visita al El Callao la realizaron con todas las protecciones del mundo debido a la altísima peligrosidad de la zona, baste con decir que allí no entran ni los taxis ni la policía a no ser que vayan en pelotón. Un punto filipino.


A lo que iba, al mercado. A Rocío no es que le hiciese especial gracia la visita, pero no puso la menor pega en acompañarnos. Eva sí estaba encantada con la idea, y yo no digamos,  como un niño con castañuelas. Nos pegamos un buen paseo y nos encaminamos a visitar el mercado nº 1 de Surquillo, fundado en 1939, y que ha pasado desde entonces por diversas fases, remodelaciones y pugnas políticas. Ha sobrevivido a  los vaivenes y hoy tiene más vida  y futuro que nunca.

Es cierto que no forma parte de la lista de los mejores mercados del mundo que publicó The Daily Meal, relación encabezada por el Mercado de la Boquería, de Barcelona y seguido por el Borough, de Londres, y el Mercado del Pescado, de Seúl. Pero no podemos fiarnos de una lista en la que figura en el séptimo lugar el Mercado de San Miguel de Madrid, que está más cerca de ser un espacio gourmet que un mercado de abastos. Es cierto que no forma parte de la lista de los mejores mercados del mundo que publicó The Daily Meal, relación encabezada por el Mercado de la Boquería, de Barcelona. Pero no podemos fiarnos de una lista en la que figura en el séptimo lugar el Mercado de San Miguel de Madrid, que está más cerca de ser un espacio gourmet que un mercado de abastos.


Mariscos
Pescados par ceviches
Lima tiene en esta plaza un refugio de chefs, aficionados a la gastronomía, estudiantes de cocina y limeños de buen paladar, que encuentran en este sitio productos frescos que difícilmente se venden en un supermercado o en cualquier otro mercado de barrio. Este mercado no se ha convertido, como han hecho otros, en un bulevar de tiendas de delicatessen caras, ni en unas vitrinas ficticias, donde apenas se vende, sino que la gente picotea en la puerta. Es una plaza de las de toda la vida, bulliciosa y pegada al barrio. Donde las veteranas vendedoras todavía no han sido desplazadas por jóvenes representantes de charcuterías exclusivas, ataviados con largos delantales negros.
Mucho tipos de papas


Al entrar en este recinto lo primero que llama la atención es la limpieza, el orden de los productos, la presentación y simetría expuesta; la búsqueda de la belleza en cada puesto. Es un mercado en el que, a diferencia de los de España, todavía se exhiben las reses enteras en los  puestos,  en los que hay alpacas y se despelleja animales como el cuy (cobaya) y sin embargo, no hay malos olores ni moscas. Los peruanos consumen al año unos 22 kilos de productos pesqueros.

De alta mar a las  costas y sin pasar por el congelador, vemos anchoveta, atún, langostinos, mero,  corvina,  jurel, caballa, bonito, machetecojinovapota (calamar gigante),  conchas de abanico, coco, lenguado, pejerrey, corvinata, cabinza

         Hablar de patas (patatas) es punto y aparte. Cada papa nativa tiene su lugar exacto en la cocina peruana. Si pides un kilo de papas, te preguntarán si prefieres amarilla, Tomasa, Perricholi, negra huamantanga, canchán, chimbina, camotera, sapa negra, cacho de buey, conda arenosa… y muchas más, por hablar solo de las más comerciales.

      Y del mundo del ají para que contarte: ají amarillo, ají panca, ají mirasol, ají limo, ají charapita, rocoto


En la variedad está el gusto
También hay quesos ahumados de Arequipa o curados de Cajamarca, setas de Porcón (Cajamarca), aceitunas de botija,  encurtidos de nabo y alcaparras en enormes baldes.  Abundan lo frutos secos que, de solo ver la manera de empaquetarlos, dan ganas de llevarlos a casa: nueces, pistachos, maní de Bolivia, pecanas (nueces de sabor más suave y menos amargo) de Chile y especies de todo gusto y perfume: curry verde, amarillo, rojo, trufas negras, sales de colores…
         La sierra alta, la selva y el desierto costeño  se juntan en una explosión de colores en los puestos de fruta: Pepino dulce (melón de árbol), pitahaya, granadilla, lúcuma (para dulces y helados), tumbo (banano de la pasión), maracuyá, los higos chumbos tipo tuna y sanky, aguaymanto (tomatitos silvestres), guanábana, mangos, maracuyá, camu camu… En las puertas del mercado y en todo su alrededor hay muchos bares pequeñitos, apenas un cubículo con cuatro sillas y un par de mesas, y una ingente cantidad de puestecitos donde se vende todo tipo de comida, tamales tradicionales, yuquitas, cebiches al paso, sanguches, anticuchos, picarones y  raspadillas. 






La gran mayoria de la fruta me era totalemte desconocida
        En uno de estos puestos cualquiera, te puedes meter entre pecho y espalda un buen combo de ceviche y un chilcano (una parte de pisco y tres de ginger ale); te lo ponen por doce soles y sales como un rey, más contento que un niño con zapatos nuevos
         No puedo por menos que pensar que un buen mercado y su entorno callejero son el reconocimiento de la propia identidad y la mejor prueba de respeto hacia la cultura popular. El mejor cortafuego a la comida basura.


Chirimoyas tamaño XXL
         Parece bastante claro que gran parte de mi descripción del mercado (tipos de patatas, de aji, etc) lo he sacado de referencias encontradas en la red y a los autores de las mismas les doy las gracias. En especial a Fernando Ruiz, mi principal fuente, autor de un precioso y preciso artículo titulado “La revolución de los mercados” publicado en la revista Público.es
      Después de mi recorrido por el mercado aún me dio tiempo para visitar el de artesanía, donde compré una nueva máscara para mi colección.

       Manías que tiene uno. La edad no perdona





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