El domingo estuve en Sevilla Este
que es como otra ciudad dentro de Sevilla. No soy yo mucho de ir por esos
lares, pero esta vez me cogió el toro y no tuve más remedio que salir al ruedo
y torear. Si se trata de ir en coche no tengo el menor de los problemas, pero
claro si vas a comer y a tomarte unas copitas a ver quién es el guapo que luego
coge el coche para venir de vuelta a casa. Así que autobús al canto, autobuses
para ser más exacto, y eso me da una pereza que me tumba y más cuando no
controlo yo los pasos de los autobuses.
Si fuese de mi casa al centro no hay problemas, le tengo cogida la onda y
perfecto.
El caso, que mi cuñado Abraham y
Meli se empeñaron en que teníamos que ir a un sitio que a ellos les parecía
bastante apañado, con una buena relación calidad-precio y con cositas curiosas
y allí que no plantamos a comprobar in situ las excelencias del lugar.
Capricho, cocina casual sevillana se llama el restaurante, sito en
calle Demófilo nº 5, por detrás del Palacio de Congresos, teléfonos 954 4444
695 y 661 934 211 y el artista que lo regenta responde al nombre de Ventura. Yo
ahora mismo no sabría volver, pero con esto de los GPS eso no es problema.
El día es magnífico y nos
acomodamos los cuatro en la terraza, pica el sol y yo no lo aguanto por lo que
abrimos una sombrilla y ahora sí, ahora en la gloría. Para paliar el sofoco e
ir haciendo boca una cervecita 1,60 €,
que en realidad es un cervezón servido en vaso grande y casi hasta arriba.
Viene Ventura a saludar y después
de la plática le decimos que nos ponga lo que le vaya pareciendo, con una sola
condición: nada que tenga queso, que yo para eso soy muy mío. A los pocos
minutos se presenta el camarero que nos atendió con ¡sorpresa, una tapa de
queso viejo Abuelo Apolonio! La verdad es que nos quedamos un poco con cara de tonto, el caso
es que el que no come queso soy yo pero ellos tres sí y por tanto dieron buena cuenta de ella.
Por cierto la tapa nos había llegado por error del camarero ya que iba
destinada a la mesa de al lado.
Las primeras tres raciones
fueron:
Las tres estupendas, las anchoas
verdaderamente hermosas, las tortillitas grandes y en su punto de crujiente y
el bacalao muy generoso y bastante cremoso.
Cambiamos de tercio y nos pasamos al vino, después de deliberar un poco nos decidimos por un Toro de casa Maguilla, concretamente por Angelitos negros 2014 22 €. Estaba muy bueno pero caro, en mercado no llega a los 8 € y cobrarte 22€ es incrementar el precio en un 175%.
Seguimos degustando y los tres
siguientes fueron:
Magret de pato plancha sobre no me acuerdo qué cosa 9,00 €
Bacalao gratinado con costra de ajo negro 10,50 €
Lomo bajo de retinto 15€
La misma apreciación que los tres
anteriores. Muy buenos. Yo que soy más carnívoro que los cocodrilos del Nilo y
que adoro la carne jugosita disfruté con el lomo de lo lindo.
Al final Abraham remató la comida
con un postre que era un vasito muy mono y al que no hicimos foto y nosotros
tres con una copita de vino.
Conclusiones: sitio muy agradable
y bien atendido, servicio ágil. La comida muy buena y una estupenda relación
calidad-precio. No visité el local por dentro pero la terraza está bien. Con la
cuenta nos llegó una invitación para tomar una copa en un local que tienen al
lado y que no la utilizamos.
Dos cosas que no me gustaron: la
primera la puñetera manía de cobrarte el pan y los picos que te ponen con las
tapas, en este caso 0,6 € por persona, que no es nada pero que me fastidia y la
segunda lo ya comentado del sobrecoste del vino; yo creo que trabajar con un
100% de ganancia ya va uno apañado, vamos, digo yo.
Al final y como siempre el vino,
dos botellas, encareció la cuenta y pagamos 30 euros por cabeza, que no está mal.
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