jueves, 4 de junio de 2015

30.05.2015. FARGO. Restaurante


Fargo, la película, me encantó, ese paisaje de Dakota del Norte todo nevadito, esa policía tan lista y tan embarazadita ella, esa trama tan enrevesada con secuestro, muertes, chantaje y todo lo que la loca imaginación de los hermanos Cohen es capaz de elucubrar; y nieve, mucha nieve por todos los lados, una blancura interminable que hiere los ojos y que para un andaluz como yo resulta abrumadora y deprimente; lo único bueno que yo le veo a vivir en un lugar tan puñetero, árido y congelado como ese es que la cerveza tiene que estar fresquita fresquita, vamos que pones una Cruzcampo gélida de esas que tiene un punto azul para ver cuando están en su punto y el punto azul revienta de placer. A mí me sueltan en un paraje de esos y se me caen los palos del sombrajo, con lo bien que se está aquí en una terracita, a veintipocos grados, en mangas de camisa, oliendo a azahar y con un platazo de caracoles por delante. ¡Vamos, por Dios!
Escena de la película, ¡Cuánta puñetera nieve!
Ya, como de costumbre,  me he ido por los cerros de Úbeda (ojo: buscar en internet de donde viene la susodicha frase) y no es de esta Fargo de lo que yo quería escribir, que yo quería hablar del Restaurante Fargo, y que no está en Dakota del Norte, sino en la calle Pérez Galdós, nº 20, justito al lado de la conocidísima Plaza de la Alfalfa, en pleno centro de la calurosa, festiva y mariana ciudad de Sevilla.

No ha mucho que el establecimiento ha abierto sus puertas, menos de un año hace (antes en el mismo local estaba La Pincelada Gastrobar) y con una filosofía muy muy clarita que se puede resumir en una conversación entre el que supongo es el jefe del cotarro (francés por cierto) y una clienta que estaba sentada en la mesa de al lado nuestra. Él estaba tomando nota de las bebidas y al preguntarle a ella:
-Una Coca-Cola Zero
-Lo siento, no tenemos Coca-Cola, señora
-Bueno, pués entonces una Coca-Cola normal
-No señora, no tenemos Coca-Cola, en este establecimiento no hay ese tipo de bebidas.
Identidad pura y dura: productos ecológicos, bio, nada de fast food, mimo a los productos y una filosofía coherente con todo ello.
Bueno que nos tomamos un par de cervecitas mientras examinábamos con detenimiento la carta (carta, que por cierto, se cambia todas las semanas) y nos dejábamos aconsejar por el francés; en realidad más que aconsejar nos tuvo que informar con prodigalidad ante nuestro supino y galopante desconocimiento de lo que significaban el nombre de algunos platos y alguno de los ingredientes de los mismos, cosa que hizo amablemente y sin escatimar tiempo.
Una obviedad: como buen francés que es el muchacho, en la carta abundan los platos donde el queso, para pesar mío, tiene un protagonismo palpable. Qué le vamos a hacer.
Antes de empezar el ágape nos agasajaron con un chupito de gazpacho de sandía aderezado con menta triturada.

Pedimos dos entrantes:
Humus con berenjenas croisant 8 €
Tabouleh de quinoa 8 €
El humus se ha puesto demodé y justo es reconocer que este estaba rico rico, como dice un afamado y televisivo restaurador, amén de que el plato era en extremo generoso; pero si el humus era notable lo que resultaba espectacular eran las finísimas láminas de berenjenas crujientes y melosas. Un lujo asiático.

El humus con las fantasticas berenjenas
En cuanto al tabouleh una preciosidad de plato, cual si de un cuadro de Pollock se tratase, refrescante y novedoso. Nunca antes había probado la quinoa y, a pesar del furor que está causando en la alta restauración, no me pareció una cosa del otro mundo; hoy, dos días después cuando escribo esto, soy incapaz de evocar gustativamente su sabor.

El Tabouleh, y debajo un Pollock


 Yo sigo con mi cerveza y Eva se apunta al tintorro de las sierras de Málga y de nombre Andresito 3,80 € la copa, me pareció caro y la copa demasiado pequeña, no acorde con el resto del menaje del local. 
De tercero pedimos Ceviche de corvina salvaje 15€. El ceviche es una as en la manga a poco que se utilicen materiales frescos de calidad y que el cocinero tenga un poco de pericia y este sabía lo que se traía entre manos. La corvina salvaje (supongo yo que sería salvaje) en trozos bastante grandes perfectamente macerada y esplendida de textura y sabor.

Simplemente cojonudo

Íbamos a pedir un cuarto plato que nos recomendaron encarecidamente unos amigos que son el culmen de la exquisitez y el sibaritismo, del buen yantar en definitiva, flores de calabacín rellenas de ricota pero cuando nuestro amigo el franchute me explico lo que era la ricota desistí ipso facto para pesar de mi parienta.

Las flores de calabacín que no catamos
De postre nos engullimos un Mass-Mouse 5 €, tarta compacta de chocolate negro acompañada con un helado de crema de cacahuetes que hubiese hecho las delicias de mi hija.

Para golosos chocolateros
En total dejamos 48,40 leuros, que me parece una relación calidad-precio altamente aceptable (con la ya reseñable excepción del vino) y con la sensación de que es un buen lugar para volver a probar nuevas cosas con las que deleitarse uno.

5 comentarios:

  1. Jooooooo
    Y yo que creí que era un bar de tapas modelno...
    Habrá que ir a probar esas delicatesen.

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  2. Que buena pinta tiene todo, iré y probaré esas flores de calabacín rellenas de ricotta en tu lugar. Como siempre, me encantan tus entradas. El tabouleh y el Pollock son un calco, muy buena apreciación jjjj
    Besitos!

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    Respuestas
    1. Disfrutalas en mi nombre Montse, seguro que sabrás apreciarla en todo lo que valen. Un fuerte beso

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  3. Te sigo desde hace un tiempo y comparto contigo esta maravillosa afición por el buen comer. Debo agradecerte el que me hayas enseñado algunos sitios que no conocía. Otros en cambio si. Sevilla tiene un encanto especial a la hora de salir a comer porque aqui se hace cultura comiendo. Un saludo y sigue con estas aportaciones que tan buenas haces.

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