martes, 16 de junio de 2015

13/06/2015. TRAGALUZ. Restaurante


“En cualquier lugar cuecen habas”, esa es una verdad verdadera con enjundia y peso, como lo es también “donde menos te lo esperas salta la liebre”, que es decir más de lo mismo pero de otra manera y ¿a qué viene tirar del refranero y por partida doble?, pues simplemente que he encontrado una joya donde no sabía que la había y, en justicia, esta vez no he sido yo el artífice del hallazgo, ha sido mi mujer la que bicheando bicheando por ese etéreo mundo de los bits dio con el pleno de la quiniela.


Comencemos por el principio que siempre es el mejor de los comienzos. Pues resulta que este finde nos hemos largado de playeo; ni Eva ni yo somos de arena, pero como la parienta tenía que hacer rehabilitación con el pie y el médico le dijo que eso de andar por la playa le vendría como anillo al dedo, pues, haciéndole caso, nos hemos marcado un par de días en un hotel de Costa Ballena de esos mastodónticos que los contratas con desayuno y cena-bufet incluida y por más señas pantagruélicas; llenos de sonrosados europeos norteños (en este caso predominaban por abrumadora mayoría los de más allá del telón de acero) que los ves en el comedor dirigiéndose a sus mesas con su correspondiente plato-montaña de comida y tú, estupefacto, piensas “donde leches le cabe a ese tío esa cantidad de comida” y ya, pasmado del todo te quedas, anonadado,  cuando compruebas que al cabo de un rato el menda va y repite la operación como si tal cosa, mientras se mete entre pecho y espalda dos o tres jarrones de cerveza como si tal cosa. ¿Estas gentes comen durante el resto del año, o les pasa como a los osos polares, que se atiborran durante seis meses y luego roncan el sueño de los ahítos el resto del año?

Varios platos como este se meten entre pecho y espalda
A mi Costa Ballena  no me gusta un pelo, ni Costa Ballena ni ninguna de esas nuevas y lujosas  urbanizaciones sitas en medio de la nada donde para comprar pan, un kilo de tomates o tomarte una cerveza tienes que coger el coche e ir a seis kilómetros. Muy bonito todo, unas avenidas preciosísimas, unas zonas verdes que parecen green de campos de golf con sus jardineros todo el día manguera al hombro dale que dale; esos hombres de mediana edad con sus bermudas y sus finísimos jersey de conocidísimas marcas lánguidamente caídos sobres sus hombros mientras pasean a su perrito de turno u esos otros Kent  que pasan sudorosos por tu lado mientras controlan ávidamente el pulsímetro, y que me dices de esas cincuentonas con esos pareos a la última y esa caída de ojos que te mira y te están haciendo una radiografía de cuerpo entero; yo algunas veces las miro y no sé muy bien si son blancas que se han achicharrado en la playa o negras que están siguiendo un programa de blanqueo, ni por los labios lo saco quillo. Urbanizaciones de nuevo pelo y nuevos ricos que hace unos años proliferaron como setas en otoño y que tienen de to menos alma.
¿Banca amorena o morena desteñia?
 Con lo que me gusta a mí un buen chiringuito, un barecito de pueblo donde hablar con el pescador que acaba de llegar, el colmao ese de toda la vida que respira tradición y vivencia  por los cuatro costado, esas plazas de abasto atiborraitas de pescados y gentío con su constante vocerío y ajetreo, esas terrazas donde el camarero te ve pasar y ya te está llamando la atención con un “niño, ven paca que tenemos los mejores caracoles de to Andalucía” “y el pescaito que tenemos hoy, más  fresco imposible, que te digo fresco, que se me acaba de escapa un pulpo y he tenido que ir a cogerlo al medio la calle”. 

¡Que me gusta un buen mercao!
En esta época del año, en costa Ballena no hay ni un chiringuito decenteEl viernes a mediodía se me ocurre acercarme a tomar una cervecita al único bar que encontré abierto junto a la playa, cuatro gatos mal contaos que estábamos, y le pido al camarero (saltarín, graciosillo y muy puesto el muchacho con un impecable equipo que parecia que estaba en un restaurante con una estrella michelín) una racioncita de navajas a la plancha para ir abriendo boca (muerdagos muérgos le dicen por estos lares). Mira, me traen esa bandeja con unos bichos más secos que el ojo de un tuerto, puro tendón, más tiesos que la más seca de las mojamas, miedo daba verlos, el mismo aspecto que cuando le quitas las vendas al brazo de una momia; y el menda ufano, me la deja en la mesa como el que deja una docenita de ostras recién abiertas y jugosas. Cuando me cercioro bien de la calidad de la mercancía que tenía delante  y de su momificado estado llamo al insurrecto y, con toda la guasa que puedo, le digo que si al cocinero no se le ha pasado la mano con la plancha o es que me las tenía reservadas en un rinconcito del congelador desde la temporada pasada, y apostillo con un coño que esto no es de recibo. El tío se me queda mirando pensativo, como si le estuviese hablando en sanscrito y después de pensar un ratico va y me suelta: “mire usted yo soy camarero, no cocinero. Pero ahora que usted me lo dice, la verdad es que la pinta que tienen los bichos asusta a cualquiera. Sabe usted, es que el cocinero tiene muy poca vista y encima está medio ciego”. Y se queda el tío tan pancho. ¡Cojones, a esto lo llamo yo hacer patria! Por piernas salimos mi mujer y yo del establecimiento.

Así de tiesas estaban las navajas. ¡Madre mía!

Conclusión: que para comer en condiciones nos fuimos a Rota, que es un pueblo de toda la vida del mundo mundial y del que tenemos gratísimos recuerdo de cuando éramos jóvenes, no teníamos un duro en el bolsillo y el camping de Punta Candor nos parecía el hotel Alfonso XIII. 

Corrales de Rota
 ¡Cuántas horas me he tirado en esos corrales observando el ir y devenir de la marea; buscando gambas, cangrejos o cualquier bicho que osara moverse para utilizarlos de cebo a ver si trincaba una buena urta! ¡Que buenos ratitos pasados!

Rota ha cambiado mucho y no se parece ni por asomo a la que yo tenía en el recuerdo; el centro se ha llenado de terracitas y tiendas, calles peatonales y mobiliario urbano, pero sigue siendo un pueblo con todo lo bueno que eso supone.

Hace un año se incorporó a la oferta gastronómica de la villa un nuevo local en pleno centro, justito al lado de la plaza de abastos, en la calle Veracruz nº 6 El Tragaluz. teléfono 956841750 de la mano del chef Paco Guzmán, con la firme idea de presentar a sus clientes una oferta rompedora, casi onírica; innovación pura y dura en un lugar donde la tradición es el eje vertebral de casi todas las cocinas.

Una parte del local
 Dicho y hecho. El local elegido está en consonancia con el reto marcado, sito en la primera planta de un nuevo edificio, (hay ascensor) primorosamente decorado, con mimo y una multitud de detalles originales (un cardumen de pececillos nadan por la pared indicándote el camino a seguir, en otra pared del comedor una espiral de mariposas, al fondo muebles y relojes art-deco, en medio un árbol del que cuelgan vasos con luminarias en sus fondos, etc, etc). Muy espacioso y las mesas suficientemente separadas como para poder hablar con total intimidad.
Detalle en una de las paredes
 Como siempre dos cervecitas  para entonar el cuerpo 1,50 € por barba y con ella nos traen de aperitivo un bol con Bananas finamente loncheadas, fritas y crujientes, el pan y un cuenco con aceite virgen extra para que mojar. 


La bandeja del pan (2,2, €) contenía regaña, unos cuantos picos de esos largos con semillas de sémola y dos hermosos trozos de pan de autor con berenjenas y comino. Nos comimos durante el almuerzo uno y el otro nos lo guardamos para dar cuenta de él en otra ocasión.



La carta es muy amplia, con al menos 30 platos entre entrantes, pescados, carnes, comida japonesa (sushi, nigiris, sashimis, etc) y postres y con una panoplia de nombres de lo más sugerente.
Este es Paco Guzman, el artífice de la comida
Después de darle muchas vueltas elegimos cuatro entrantes y un plato de pescado.

Empezamos con un Sunomomo (9,30 €) y unas Croquetas de corvina y erizo (5,20 €)

El Sunomomo es un tipo de ensalada japonesa de pescado y algas. De pescado llevaba atún, salmón y gambas, por supuesto en crudo, dos tipos de algas, pepino, cebolla roja muy finamente picada y salicornio (otro tipo de alga originaria de la zona) Todo ello aderezado con vinagre dulce. De todo lo que comí fue lo que más me gusto

Esos cuernecillos verdes son el salicornio

Las croquetas de corvina y erizo finísimas, el sabor predominante del erizo (que ahora está como muy de moda) la hacen delicadas y a la vez potentes. La carne de la corvina suaviza.


Como estamos por tierras gaditanas pues para hacer patria y porque nos gusta una jartá nos pedimos una botella de Garum (21,30 €) que sabemos que nunca defrauda.

Seguimos con Araña frita con emulsión de miso y cítricos (10,70 €). El pez araña (o escorpión, faneca brava, sabirón o salvario) tiene una aleta dorsal venenosa y como el puñetero tiende a esconderse en la arena como lo pises no te cuento na. Pero su carne está deliciosa y su piel crujientita mejor todavía.


Este es el pez araña antes de pasar por la freidora
De cuarto Corazones de alcachofas rellenas de huevos de codorniz con huevas de truchas (11,80 €). Un espectáculo de plato, da pena penita comérselo de lo bonito que pintaba en la bandejita.




Para acabar con el ágape Raya con calabaza dulce, tomate fresco y encurtidos (16,20 €). Una combinación que ni a la más calenturienta de las mentes se le habría ocurrido: el dulce de la calabaza con el sabor semiamargo de los encurtidos (pepinillos y alcaparras), más el tomate y la raya. Bueno pues cuajaba todo y no dejamos ni ápice.


De postre Eva se pidió, pura gula, una trufa casera (1,80 €), chocolate puro y duro acompañado de un garrapiñado de chocolate blanco.


El servicio fantástico, en todo momento atento y presto a la menor de las indicaciones.

El artista que nos estuvo atendiendo en todo momento
 El sitio merece la pena muy mucho, tanto que más pronto que tarde (este verano sin falta) repetiré para probar otras creaciones.

Una pasada de presentación

6 comentarios:

  1. Ricardo,
    Te sigo desde el momento que descubrí por casualidad tu blog tiempo ha. Natural de Écija y Ldo en Físicas en la UNI de Sevilla, y habiendo pasado toda mi vida profesional viajando prácticamente por todo el mundo, resulta que se me presenta la posibilidad de pasar unos 5-6 días en Sevilla con mi ex y con mi hija con las cuales hace tiempo que no hemos compartido nada juntos (mi ex es Alemana y mi hija ídem además de española por mi parte). Hace ya aprox. 15 años que no he estado por Sevilla y es por lo que te quedaría eternamente agradecido si me sugirieras un "circuito" de tapeo- gastronómico como veo en tu blog y que coincide totalmente con mis ideas-concepciones de lo que es el pasarlo verdaderamente bien bebiendo, comiendo y en compañía...
    Gracias de antemano por tus sugestiones Ricardo y no cejes en tu blog que encuentro magnífico...

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  2. Don Ricardo, por aquellos lares a las navajas les llaman "muergos" imagino que lo de "muérdagos" es una errata. Una vez en Costa Ballena es mejor moverse a Rota o a Chipiona para comer en condiciones. Un saludo

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    Respuestas
    1. Muchas Don Migue gracias por partida doble, por lo de don y sobre todo por corregirme en mi error, efectivamente no tienen mucho que ver los adornos navideños con las mariscadas, a veces, en el fragor de la escritura, se ne va la olla.

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  3. Las gracias a usted D. Ricardo por el magnífico blog y sus acertados comentarios. El don lo tiene mas que merecido como todos aquellos que se dedican al noble arte de la docencia.

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  4. ¡Me lo apunto! A mi tampoco me gusta el estilo Costa Ballena, pero este rincón de Rota tiene una pinta estupenda.

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