Ni se cuánto tiempo llevaba
aburrido en el congelador un paquete de espinacas; uno de esos paquetes que
vienen compactados con forma de un pequeño ladrillo y que son ideales para
guardar ocupando poco espacio por su forma de paralelepípedo, precisamente por
este motivo de vez en cuando alguno se queda olvidado, escondidito entre otros
productos y ahí le dan las campanadas de
nochevieja y cuando llega el Domingo de Resurrección siguen impertérritos en su
sitio.
Hace más o menos un mes que me percaté de su ubicua presencia, y durante este tiempo hasta ahora cada vez que trapicheaba en las bandejas lo miraba con manifiesta alevosía y, un día por otro, pereza se llama eso, lo iba dejando en su involuntario exilio polar.
Hace más o menos un mes que me percaté de su ubicua presencia, y durante este tiempo hasta ahora cada vez que trapicheaba en las bandejas lo miraba con manifiesta alevosía y, un día por otro, pereza se llama eso, lo iba dejando en su involuntario exilio polar.
Hoy, por fin, me he decidido a
darle finiquito a su encarcelamiento, a sacarlo de su abnegado ostracismo y lo
he arrenjuntao con otras cosillas que también dormían el sueño de los justos en
mi cocina (unos langostinos que me sobraron de la cena navideña, un bote de
garbanzos cocidos perdido entre bolsas de legumbres y unos ajitos castañas) y
entre todos, con mi inestimable ayuda y buen hacer, nos hemos montado un sarao
de lo más divertido y sabroso.
Ingredientes:
300 gramos de espinacas congeladas
300 gramos de garbanzo de bote ya cocidos
8 langostinos, si tienes más pues mejor, que quieres que te diga
2 dientes de ajos
Aceite de oliva, sal, comino y pimentón dulce.
1ª etapa. Mientras hiervo las espinacas en abundante agua con sal (8
minutos desde que empieza el agua a burbujear) pelo los langostos, los reservo
y con las cabecitas y carcasa preparo un caldo como si para un fondo de paella
se tratase, lo dejo su tiempo para sacarle todo el sabor y que me quede corto y
sabroso. Si le ponemos además media pastillita de caldo de pescado mejor que
mejor.
Saco los garbanzos de su encierro boteril y les pego un lavado de madre
y muy señor mío con el chorro del agua del grifo, que queden bien lavaditos
hasta quitarle ese sabor a conservante que no me gusta un pelo
2ª etapa. Una vez cocidas las espinacas las escurro bien, pero bien, con esmero, y les pego un buen meneo
sofriéndolas con dos ajitos troceados en un sartén con un chorreón de aceite, si
tengo paciencia y cogen un poco de color, mejor que mejor. Al final agrego una
cucharadita de comino y otra de pimentón.
Ya está todo el pescado vendido
3ª etapa. Cazuelita al fuego y dentro los garbanzos y el sofrito de las
espinacas, cubro someramente con el caldo de los langostos y dejo que todo
cueza bien durante cinco minutos para que los sabores se fusionen, que todo se
impregne de todo. Es el momento de incorporar el cuerpecito pelado de los
langostinos y dejar otro par de minutos que se hagan.
Unos minutos de reposo y listo Federico.
Servir en plato hondo con un ligero fondo de caldo.
Los recursos que puede deparar la trastienda de la nevera o alacena son, aunque puedan parecer escasos, insondables y, a lo mejor por aquello de tener pocas expectativas, los resultados son, con mucha frecuencia, deslumbrantes. Excelente pinta y mejor prosa. Un abrazo.
ResponderEliminarEn la zona abisal de mi arcón congelador he encontrado auténticas reliquias momificadas, arqueología culinaria de la buena. Aca una cabeza de rape del pleistoceno, en ese otro rincón un taper con no se sabe que misterioso guiso dentro que , por lo menos, por lo menos, tiene que ser de cuando hice la mili, etc, etc. Algún día de estos haré una limpieza a fondo. Es broma, soy de un limpio reluciente que da grima
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